Connect with us

Carreras

Amor sobre ruedas

Son corredores con parálisis cerebral impulsados en las competencias por familiares o amigos, quienes resumen: «Se necesitan brazos, piernas y corazones.»

Son corredores con parálisis cerebral impulsados en las competencias por familiares o amigos, quienes resumen: «Se necesitan brazos, piernas y corazones.»

amor-sobre-ruedas

Ariel ríe y se entretiene mirando unos videos musicales en su tablet. Alrededor suyo 10 mil atletas que se disponen a correr los dos y diez kilómetros de la carrera Unicef por la Educación.

Faltan pocos minutos para la largada prevista a las 8:30. También para el debut de tres de los 13 corredores con parálisis cerebral que la Fundación para el Atletismo Asistido incluirá en la multitudinaria prueba. «El deporte adaptado es conocido incluso en el alto rendimiento. Sin embargo nuestra población está compuesta por jóvenes que necesitan asistencia para todas las tareas de la vida diaria», cuenta Mónica Fernández, la mamá de Ari. Junto a su marido Luis impulsan a su hijo, con el mismo ímpetu y vitalidad con que cada equipo traslada a cada corredor discapacitado. «Si nosotros no los impulsamos ellos no se manejan solos. Por eso lo llamamos deporte asistido, porque conformamos equipos, a veces de hasta seis personas, en función del verdadero protagonista que es nuestro atleta asistido», se explaya la presidenta de la fundación.

Luis hace más de 15 años participó con Ariel en una prueba benéfica de un kilómetro. Constata que los intercomunicadores estén encendidos, que cada atleta esté bien, que no falte ningún voluntario. Entre ellos, Patricia Evangelista, la doctora del grupo. «Me agradecen a mí, pero soy yo la agradecida porque me brindan la posibilidad de correr con y por ellos», cuenta quien por su profesión de nutricionista conoció a Ariel, ya que muchos de los chicos que padecen parálisis cerebral, tiene problemas de nutrición. «Todo aquel que integra el grupo debe conocer la problemática del chico al que asistirá.
Hay quienes corren con respirador, otros con sonda nasogástrica, también con traqueotomía y de pronto si existe la necesidad de parar en la carrera para aspirarlos o para hacer algún tipo de asistencia, se hace», detalla Patricia, quien no dudó en integrarse a la fundación, para «gratificarse».. Mientras comienza la prueba convencional, los 13 atletas integrados son rodeados por quienes los conducirán en los 2 y 10 kilómetros. Luis hace diez años debutaba junto con Ari en una carrera de 4 km, y es el encargado de que no falte nada. Como se esmera en cada ciclo de capacitación, charlas y proyecciones que hacen en la sede de la calle Jean Jaures, o en la difusión desde <www.fundacion.teamari.com.ar>, redes sociales o incluso en el programa Radiosumemos que se emite por Internet los viernes de 21 a 22:30. No está solo como en 2003. En todas las áreas, los voluntarios se siguen integrando, tal como fue y seguirá siendo el objetivo principal del Atletismo Asistido. Hasta que el momento esperado llega. Suena una chicharra imaginaria.
Es la emoción de ver ese medio centenar de almas con remeras rojas que se lanzan en los primeros metros del recorrido, en pos de que personas de entre 8 y 52 años con parálisis cerebral puedan ser parte de la fiesta del atletismo que significa cada prueba de calle. «En la carrera no somos discriminados, somos respetados y disfrutamos todos. Para los familiares es un regalo por otros momentos tan difíciles que nos toca vivir y que vemos que nuestros hijos sufren a diario», relata Mónica. «La enseñanza es que todos podemos», resume la doctora Evangelista y se explaya: «Hoy escuché: ¿tiene sentido esto? y sí que tiene sentido. Porque lo confirma la sonrisa de ellos y también que otras personas se esfuercen para felicitar a los chicos y a nosotros durante la carrera. O de repente que haya chicos que convulsionan habitualmente como parte de su patología y durante una carrera no. Evidentemente hay algo que a ellos los hace disfrutar», puntualiza Patricia, quien es avalada por la ovación que se escucha al paso de Macarena, Facundo, Ariel, Gonzalo, Juan Manuel, Leo, Fernando, Brandon, Roberto, Carolina, Federico, Manuel o Ailen, los últimos tres por primera vez en una competencia atlética. Emma y Charo se abalanzaron sobre la silla para saludar a su hermana con un beso.
Papá Luciano las miraba, exhausto por los 10 kilómetros y sobre todo por la emoción que sintió desde que se despertó a cuatro horas de su primera experiencia. «Ailen padece Síndrome de Rett, tiene muchas convulsiones, a veces necesita oxígeno y la verdad me daba un poco de miedo correr con ella. Pero en la carrera no tuvo nada y la sonrisa que tenía me demostró que la pasó fantástico», contó al cumplir un sueño que compartió con su hija: «Arribar a la meta significa haber superado un montón de barreras, para lo cual el amor de la familia es fundamental», sintetizó. No importa la distancia recorrida, sino la vivencia compartida. Como la que grafica Gisela, la mamá de Gonzalo: «Es muy emocionante incluirlo con tanta gente. Siento ganas de llorar, porque debo reconocerlo, es una de las pocas cosas que podemos hacer juntos, en familia», expresa la mamá de uno de los atletas asistidos que corrió 2 kilómetros, mientras Gonzalo recibía uno y mil besos de su papá José.

Una nueva meta fue cumplida. El maratonista olímpico y ocho veces campeón argentino, Oscar Cortínez impulsó la silla de ruedas de Roberto Cárcamo, quien el 16 de octubre pasado se convirtió en el primer atleta asistido que corrió un maratón (42.195 metros) en la Argentina, en la 29º edición del Maratón de Buenos Aires. Ese gesto de un deportista reconocido y de los cientos de voluntarios anónimos se sintetiza en la frase que subraya la presidenta de la Fundación para el Atletismo Asistido: «Es un camino nuevo que para ser recorrido necesita de muchos brazos, piernas y corazones.» «