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Biografias

La historia de Eliana Stabile, la futbolista que dejó la casaca de River par lucir el azul y oro de sus amores

El superclásico desde otro lugar.

Jugó hasta el año pasado con la camiseta del millonario. Ahora se pone con orgullo la de Boca.

La final de abril de 2013 marcó el punto más ambivalente en la vida de la joven Eliana Stabile: el club de sus amores, Boca, les había ganado a ella y su equipo, River. Ella no sabía para dódne ir, si al festejo o a la pena.

“Estaba muy contenta pero también fue raro. Estaban todas mis ex compañeras del otro lado y tal vez no entendían lo que me pasaba a mí. Siempre di todo por el equipo cuando jugaba con ellas y siempre quería ganar, pero ya no me sentía cómoda en River. Yo soy de Boca y llegó un momento en el que no aguanté más jugar en River”, cuenta a El Gráfico.

En su voz se nota la sinceridad de quien no quiere dañar a nadie, y que a la vez pide que entiendan su situación: su amor por los colores es demasiado fuerte como para andar jugando toda la vida en la contra, como para convivir con los éxitos y desgracias de los primos y para, muchas veces, tener que esconder sus verdaderos sentimientos.

“Por una de esas cosas de la vida –comienza su relato– un conocido vio que me gustaba jugar al fútbol y me llevó a River. Al principio no tuve problemas, yo quería jugar.” Zurda y pegada a la banda, ya sea como lateral o como volante, Eliana comenzó su carrera con la camiseta que siempre tuvo enfrente, la que siempre buscó al momento de la cargada y la que prefería evitar cuando venían las malas.

Al revés que J. J. López y parafraseando al Tano Pasman, se puso la camiseta de River y se largó a hacer lo que más le gusta: jugar a la pelota, como esa de metal que lleva en su cuello. Y qué bien lo habrá hecho que desde bien chica se ganó un puesto como titular en un equipo que suele pelear los campeonatos y hasta llegó a la Selección Argentina.

Llevar en la piel colores adversos a los de sus camiseta no la perjudicó dentro de la cancha, donde siempre quiso ganar, aún cuando le tocaba enfrentar a Boca. Su problema –se fue dando cuenta con el tiempo– era cuando terminaban los partidos, cuando se le iba la adrenalina y se sentía sapo de otro pozo por Núñez o Ezeiza.

Llegó a River a los 17 años y el clima en el club no era el mejor, con el descenso todavía latente. Para ella era muy raro andar por ahí. En su casa, salvo por su madre, todos son bosteros y querían ir a La Bombonera a cargar al rival de siempre. En cambio, ella tenía que convivir con los socios e hinchas de River casi todos los días y no podía disfrutar como el resto de los Xeneizes. No tenía nada personal contra los de River, al contrario, pero se estaba perdiendo una parte linda del folklore futbolero, con el agregado de tener que ver el sufrimiento ajeno en primer plano. A principios de este año, cuando River se acercaba a un nuevo título y Boca penaba por los últimos puestos, también le costó caminar por el Monumental: otra vez un sentimiento fuerte –esta vez de alegría– la encontraba ajena y sufría por no poder hallarse. “Llegó un momento en el que no quería ir más. Se lo comuniqué a la gente del club, y después de un tiempo, por suerte me dejaron ir.”

Para ella, “ir” era llegar a Boca, al club donde puede sentirse en casa, donde puede ser ella misma sin andar cuidándose y donde se siente tan contenta dentro como fuera de la cancha. Por eso aprovecha y cuando se cruza con algún jugador del equipo se saca fotos, como cualquier hincha que el domingo los alienta. “Una de las primeras fotos que me saqué fue con Bianchi, es un ídolo del club y siempre era muy amable y atento con nosotras”, cuenta. Se lamenta porque desde que ella usa la camiseta de Boca, Riquelme viste la de Argentinos: “Me hubiera gustado compartir el club con él, es un gran ídolo y ganó todo.” Lejos de compararse con Román –ni juegan en el mismo puesto–, Eliana busca empezar a emularlo en eso de ganar todo. “Salir campeón acá sería un sueño”, dice con Boca a un punto del líder, San Lorenzo, y con la reciente clasificación a la Copa Libertadores que se jugará el mes que viene.