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La tenista que pasó tres meses sin caminar y sueña con volver a los courts

En febrero, Carla Lucero sufrió un accidente en Córdoba que le provocó graves lesiones; hoy, valora todo mucho más.

El jueves 9 de febrero pasado, el amanecer en Villa del Dique, en las sierras cordobesas, fue hermoso, apacible. La tenista riocuartense Carla Lucero (21 años) se despertó a las 7. Desayunó en el hotel de Ospaca, su búnker de entrenamientos. A las 8.30 comenzó con los ejercicios junto con el preparador físico Alejandro Lacour y, las 9.30, tomó la raqueta para practicar bajo la mirada del entrenador, Sandro Maggi. En un alto del ensayo que compartía con Esteban Contreras -jugador nacido en Villa Mercedes, San Luis, que hace unos días consiguió su primer punto de ATP-, Lucero se enteró de que había huelga de transportes. Abandonó unos minutos la práctica, llamó al parador donde generalmente se subía a la combi a las 18 para regresar a Río Cuarto y visitar a su familia los fines de semana que no competía, y desde el otro lado de la línea le recomendaron que se presentara antes de lo habitual porque no había precisiones sobre los viajes. Inquieta, terminó de entrenarse al mediodía y se dirigió a la parada ubicada a unas diez cuadras del complejo. Con Contreras, que también iba hacia Río Cuarto, tomaron un bus de la empresa Lep a las 14.40, sin saber que ese día que había amanecido soleado los marcaría de por vida.

«Me subí y me dormí muy rápido. Me senté un par de butacas atrás de Esteban, que estaba jugando con el celular, pero no me acuerdo de haberlo visto con el cinturón puesto», explica hoy Carla, caminando, con paso sereno, por los pintorescos pasillos del Buenos Aires Lawn Tennis Club, donde alguna vez supo entrenarse. Es que, a partir de que se le cerraron los ojos, no recuerda nada más. El bus en el que viajaban los tenistas y otro puñado de pasajeros participó de un gravísimo accidente en la ruta 36, a pocos kilómetros del pueblo Alcira Gigena. El conductor de un camión que transportaba piedras, y que viajaba en dirección contraria, se durmió, se cruzó de carril y chocó contra otro camión que terminó destrozando el vehículo en el que iban Lucero y Contreras. Los dos fallecidos y los heridos fueron trasladados a un pequeño centro médico de Alcira Gigena, que naturalmente, se desbordó.

«Esteban sufrió una doble fisura en el intestino. A él lo operaron 24 horas después del accidente, tenía un derrame interno que no salía en los estudios. Yo no tenía puesto el cinturón, por eso volé. Me luxé la cadera izquierda y me fracturé la pierna derecha. Lo bueno fue que me pudieron acomodar la cadera a las pocas horas, porque si no lo hubieran hecho podría haber sido peor. Y la pierna me la engancharon como si fuera una polea», relata Lucero y se estremece. Pero no deja de hablar, prosigue con valentía: «Esteban recuerda casi todo, dice que me vio tirada en los escalones del colectivo, que empecé a gritar del dolor. El hombre que iba sentado atrás mío se murió. Yo no me acuerdo de nada, la verdad. Mi mamá se enteró porque, tras el accidente, Esteban se despertó, se sacó el cinturón y salió por el parabrisas de la camioneta porque tenía miedo de que explotara, agarró su celular, la llamó a la madre y le explicó. Sandro, nuestro entrenador, dice que cuando llegó al centro médico de Gigena todo era un desastre, que parecía una escena de terror. Entonces pidieron por favor que nos trasladaran a Río Cuarto y nos llevaron a la Neoclínica».

El accidente fue un jueves y, el martes siguiente, Lucero fue trasladada en avión a Buenos Aires. La operaron en el Sanatorio La Trinidad, en San Isidro. «A partir de ahí recuerdo casi todo -afirma-. Ya estaba mi familia, mi novio, mis amigos. Empecé a hacer kinesiología y lo bueno es que todos fueron pasos hacia adelante. A las tres semanas me sacaron los puntos de la pierna y empecé… En el accidente, mi mochila voló y a la semana se la devolvió la policía a mi papá; agarré el celular, lo prendí y tenía un montón de mensajes. Me sirvió muchísimo tanto apoyo. Después me contaron que el camionero se había quedado dormido y que lamentablemente falleció. Pero esa ruta, la 36, además está muy mal. Dicen que en unos meses comenzarán a hacer las obras para la autopista, pero hace varios años que dicen lo mismo».

Sin perder el ánimo y la simpatía, Lucero permaneció un mes en silla de ruedas y casi dos con muletas. Hace 60 días que trabaja en la pileta la parte aeróbica y un mes desde que comenzó a trotar despacio en la cinta. «Ya empecé a probar de trotar en cemento. Y espero muy pronto empezar a tocar la raqueta, pero más que nada para motivarme. Tengo una ansiedad enorme. Hace un tiempo el médico me autorizó a correr, me avisó que iba a estar mal, pero yo corrí igual, feliz y renqueando. Me contaron la historia de Muster, que hacía tenis en silla de ruedas. Y también me sirvió».

Carla fue 160° del mundo ITF (Sub 18) en 2008. Dos años después escaló hasta las 400 mejores entre las profesionales, alcanzando la 371era posición, su mejor registro (junio de 2010). Su camino ascendente había comenzado en noviembre de 2009, con su primer título profesional en Lima. Llegó a varias finales de Womens Circuit y había empezado a jugar en challengers. Siempre se destacó en cada una de las categorías de menores. «Muchas veces me enojé con el tenis y con la vida, pero ahora valoro todo mucho más. Las cosas pasan por algo y siempre dejan una enseñanza. Pasé de estar todo el día corriendo a estar sentada y dependiendo de todos. Hasta me costaba dormir. Por eso ahora veo el sol y sonrío. Mi sueño es volver a jugar algún torneo antes de fin de año. No sé si llegaré, pero cuando lo haga, será muy emotivo…».

Novelas, música y guitarra
A partir de su convalecencia, Lucero contó con muchas horas libres. Para que ellas no se volvieran en algo perjudicial, la cordobesa se aferró, sobre todo, a la lectura de novelas y a la música. «Me gusta mucho tocar la guitarra; tomo clases, pero no tengo talento.»

SU GRAN COMPAÑERO
Contreras: «Cada trago de agua es un regalo»

El tenista Esteban Contreras, que viajaba junto con Lucero en el momento del accidente, hoy está muy feliz. No sólo porque hace unos días logró su primer punto de ATP, sino especialmente porque la vida le dio otra oportunidad. «Al principio yo estuve más complicado que Carla porque no sabían bien qué tenía. Era un ardor interno insoportable hasta que me operaron. Ahora ya tengo jugados tres o cuatro torneos. Y lo que puedo decir es que cada trago de agua es como un regalo del cielo, porque pasé una semana sin comer ni tomar nada. Fue durísimo.»

Por Sebastián Torok ( Canchallena.com )