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Atletismo

Verónica Stocker, una de las mejores «corredoras verticales» del mundo

Hija de argentinos, se destaca por subir escaleras a gran velocidad. Acaba de trepar los 86 pisos del Empire States en 15 minutos.

Trepa los escalones de dos en dos. Su figura de espiga gira en una leve torsión a medida que ascienden y se enrulan las escaleras del Empire State. Las sube, las corre, a toda velocidad. Sus brazos larguísimos, delgados y con músculos bien definidos presionan levemente contra la baranda. La ayudan a impulsarse hacia arriba, un poco más. Verónica Stocker, 45 años, va camino al roof, en el piso 86 de uno de los rascacielos más emblemáticos de Nueva York. “Camino” es una forma de decir. En realidad, vuela. Apenas pasadas las ocho de la noche del miércoles 4 de febrero, devoró los 86 pisos (1.576 escalones) en 15 minutos 25 segundos. Quedó exhausta pero feliz. Y salió sexta en la clasificación general de mujeres (en total participaron más de 250 atletas). Con este tiempo batió su propia marca de 2009, cuando corrió el Empire por primera vez en 17 minutos 6 segundos. Stocker fue seleccionada entre los mejores atletas del mundo para participar este año en una de las carreras verticales más prestigiosas del globo y se prepara para subir el domingo que viene a la Stratosphere Tower, de 108 pisos, en Las Vegas.

Ahora la sonrisa de felicidad le transforma la cara de nervios y dolor que traía mientras subía el mítico edificio de la película Desayuno en Tiffany’s. “Me ardían los pulmones. Sentía que la sangre me hervía y el corazón me iba saltar por la boca. Los escalones del Empire son muy altos y las escaleras más empinadas. Fue extremadamente difícil, casi brutal. Me dolía todo, pero al estar llegando, cuando alcancé a escuchar los ruidos y aplausos de la gente en la terraza y sentía los clics de las cámaras saqué lo último de fuerza y de vida que me quedaba. Y fue pisar la meta y ver todo Manhattan iluminado. Me largué a llorar”, cuenta aún emocionada vía chat la rubia nacida en Canadá, que vive en Los Angeles y habla perfecto español poque tiene papá y mamá argentinos, ¡que también trepan por las escaleras!

Stocker, con 1,65 metro y 55 kilos, es una especie de mujer araña. Así lo demuestran sus marcas para batir rascacielos. Corrió el US Bank Tower de Los Angeles, con 75 pisos y 1.664 escalones, en 13 minutos 3 segundos. Y lo más alto que encaró: 103 pisos de Willis Tower de Chicago: 2.109 escalones que liquidó en 18 minutos con 27 segundos. Verónica quedó en 2014 primera entre los canadienses en la clasificación mundial de carrera vertical, quinta entre los estadounidenses y 21 en el mundo. “Mi meta es entrar al top ten mundial”, cuenta.

Empezó participando en carreras de calle y de montaña. Pero su “locura” por las escaleras se despertó hace diez años. Fue por insistencia de su novio Alberto Henriquez. “El había visto el afiche que anunciaba la competencia en el gimnasio al que voy, el Ketchum YMCA. Y me alentó para anotarme. Me veía que siempre practicaba en el Stair Stepper, un aparato que simula escaleras. Pero no le hice caso. Al año siguiente seguía insistiendo y para que me dejara de molestar, acepté. ¡Terminé en el podio! Salí tercera en mi categoría (30 – 39 años) y sexta en la general de mujeres”, explica.

“Mientras subo voy sumamente concentrada en mi respiración y en cómo manejar, controlar y aguantar el dolor. A veces, por los nervios, siento que mis piernas me van a fallar y que me cuesta coordinar mis manos que se toman de la baranda y mis pies que suben de dos en dos los escalones. Hay escaleras anchas, angostas, más o menos empinadas, con o sin pasillos. Y esto hace que pueda variar tu ritmo. Si corrés en forma competitiva, esto te puede modificar el tiempo final. Si bien termino agotadísima, con muchas molestias y signos de alergia, por suerte me recupero rápido. Y ya pienso en anotarme en la siguiente”, confiesa en perfecto español.

Verónica Stocker3

Verónica, que trabaja como intérprete judicial, deja su vida en cada ascenso y guarda una razón afectiva muy especial. Es la historia con su abuela materna Mimi. “Ella era jugadora de cartas y fumaba muchísimo. Con 14 años, yo le encendía los cigarrillos. Fumé hasta los 30, cuando quedé embarazada. Tiempo después a mi abuela le diagnosticaron enfisema pulmonar y falleció unos diez años más tarde. La vi sufrir muchísimo. Todas mis carreras se las dedico a ella. Siempre la tengo presente cuando estoy subiendo. Sé que lo que estoy sintiendo en mis pulmones, el ardor, el dolor, la falta de aire, es lo que viven a diario las personas que sufren del pulmón. Muchas de estas carreras son a beneficio para luchar contra este tipo de enfermedades y también por eso participo.”

La pasión por la maratón vertical se expandió por toda la familia Stocker. Su papá, Juan, de 73 años, maratonista como ella, fue el primero en seguir los pasos de Verónica. Y la mamá, Margarita Raimundez, con 70 años, tampoco quiso quedar afuera. Al principio Margarita participaba como voluntaria para asistir a los atletas y luego también se anotó para competir. Y Matías Stocker, con 14 años, único hijo de Verónica, suele tener excelentes marcas en el run up. “El es mi gran orgullo. Empezó a subir escaleras los siete años”, cuenta Verónica. Incluso la pareja de papá Stocker, Marielle de 61 años, también vuela en la vertical.

Los cuidados y preparación para semejante nivel de entrenamiento requieren de bastante esfuerzo. “Resulta muy difícil entrenar porque no hay lugares físicos similares a un edificio alto para practicar. Y tampoco te los prestan para hacer pasadas. Eso significa justamente uno de los mayores retos de la carrera vertical. Entonces subo ‘cuestas’, voy en bicicleta y levanto pesas. Todo ayuda. También corro por Silverlake, un barrio cercano a mi casa de Los Angeles, con calles muy empinadas y gradas”, completa Stocker.

En cuanto a su alimentación admite que come de todo excepto carnes rojas o pollo. “ Nunca hice dieta. Disfruto mucho de la comida y tengo gran debilidad por los postres. Me gusta comer pescados y mariscos, huevos, queso y derivados de la leche. Sí intento que todo sea lo más sano posible. Y de a poco me voy acostumbrando a dejar el azúcar”, cuenta. Aclara que jamás sintió dolor en las rodillas –algo común en ciertos corredores– pero que sí sufre de artritis en los pies, aunque por un tema genético.

Supongamos que debés hacer algún trámite en un piso alto. No me digas que vas por el ascensor…

Ni lo dudo, ¡escaleras! Y en los hoteles siempre las reviso. Debo admitir que me cuesta subir las escaleras como una persona normal. Siempre quiero correrlas como si estuviera en una carrera, usando la baranda y pisando de dos en dos. Claro que a veces me intimida un poco llamar la atención. Y tampoco quiero transpirar si estoy bien vestida porque voy a trabajar. Pero es cierto que cuando entro a un edificio, lo primero que me viene a la cabeza es cuántos pisos y escalones tendrá. Y, lo más terrible, siempre calculo cuánto tardaría en subirlo.

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Fuente: Clarín