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Actualidad

Demasiado calor para el Melbourne Park

La temperatura llegó a 44 grados.

De a poco, el tenis se fue apagando. El ruido de las pelotas golpeadas simultáneamente en 14 canchas cesó en forma escalonada hasta que el abierto de Australi se redujo a miles de personas buscando sombra y agua con ansiedad, superadas por ese impiadoso, omnipresente y abrumador calor.

Los jueces de silla dejaron de anunciar el marcador y el latido del tenis se hizo mínimo: sólo seguía vivo en los dos partidos que se jugaban con aire acondicionado y bajo techo. Durante más de tres horas, Melbourne Park fue un páramo. Los tenistas, en el vestuario y el restaurante, refugiados del brutal día de verano. Un día en el que pasó de todo: en el final de la tarde, cuando el tenis estaba listo para revivir, una tormenta eléctrica volvió a paralizar las acciones.

«Hay momentos en que es mejor suspender, se hace peligroso», dijo con gesto serio el español Rafael Nadal tras derrotar al australiano Thanasi Kokkinakis 6-2, 6-4 y 6-2 y obtener el privilegio de avanzar a tercera ronda, algo que muchos de sus colegas recién podrán intentar mañana.

Con el termómetro en los 44 grados y un nivel importante de humedad, el torneo puso hoy en práctica su «política de calor extremo» y congeló la actividad en las canchas exteriores. Sólo Nadal y Roger Federer, ambos en estadio techados, continuaron jugando.

Ya el martes y el miércoles se había jugado a 42 grados, pero recién hoy el coeficiente de temperatura y humedad justificó la suspensión. Nadie -ni Federer, ni Nadal, ni Maria Sharapova- tienen claro cuál es ese coeficiente, ni cómo funcionan las reglas.

«No tengo ninguna confusión, básicamente porque no lo conozco», dijo Federer acerca del reglamento. «Creo que queda a discreción de ellos».

El director del torneo, Craig Tiley, aseguró a dpa que muchos tenistas le piden seguir jugando argumentando que son «atletas profesionales», que deben estar «preparados» para el clima extremo y que de todos modos juegan «con calor en todo el mundo».

«No jugamos todo el año con este calor», retrucó Nadal. «Una cosa es lo que conviene y otra cosa es lo que es. Tanto calor es algo que no recuerdo», añadió el número uno, que pidió «un organismo superior integrado por médicos que decida si las condiciones son óptimas o no para el deporte profesional».

«No es una decisión que el jugador pueda tomar, es un tema más médico que deportivo», insistió el español.

Pero el médico en cuestión, el doctor Tim Wood, dejó hoy una frase quizás inoportuna para el momento. «Como seres humanos evolucionamos en el altiplano en África cazando antílopes por ocho horas bajo estas condiciones», comentó a la BBC.

«Es un calor africano», había dicho horas antes, abusando del prejuicio, el alemán Boris Becker mientras entrenaba a Novak Djokovic. El ex tenista no sabía que África sería usada como ejemplo horas después.

Habían entrenado bajo techo, pero Federer regresó de la práctica con las ropas mojadas y su co-entrenador, Stefan Edberg, apareció unos metros por detrás con paso lento y buscando aire ya en un pasillo interior del estadio.

«Es nuestro trabajo, pero al fin y al cabo también somos personas. Esto va en contra de la naturaleza del ser humano», se quejó la española Carla Suárez tras recuperarse de un 2-5 en el set final y derrotar sobre el cemento hirviente a la kazaja Gallina Voskoboeva 7-6 (7-2), 3-6 y 8-6.

«Me gustaría saber en qué otro deporte, aparte del ciclismo, se llega tan al límite. Ayer había gente que se desmayaba, vomitaba, se enrampaba (acalambraba)…».

A diferencia de los hombres, las mujeres disponen de la posibilidad de ir diez minutos al vestuario a refrescarse cuando el calor es extremo. Suárez lo hizo hoy, y al volver a jugar…

«Me dije: ‘Madre mía’. Parecía que íbamos a jugar dentro de un horno. El aire estaba caliente, la toalla que te daban estaba caliente…».

«El calor aquí es diferente», escribió el británico Andy Murray en una columna para «The Age». «En Europa el aire es siempre fresco. Aquí, vayas donde vayas, incluso en la sombra, es aire caliente».

«Asombra que los aficionados sean tan robustos», comentó un columnista en el mismo diario. «Los jugadores se entrenan para esto, pero los espectadores no. Los ‘fans’ sólo reciben el sol impiadoso, el olor a cebolla frita y la advertencia por los altoparlantes: ‘Evite la deshidratación'».

O no se pase de vueltas. Según Tiley y Wood, muchos jugadores exageran con el líquido, toman más de lo que deben: «Nunca tuvimos jugadores muriendo por deshidratación en un partido, pero sí casi alguno casi muriendo por sobrehidratación».