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Tenis

El US Open, una máquina de hacer dinero que prepara la renovación

El Abierto genera un impacto económico de 720 M de dólares

El Abierto genera un impacto económico de 720 M de dólares

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Llueva o truene, la rueda de la fortuna no se detiene en el US Open. El negocio millonario que significa para esta ciudad el último Grand Slam de la temporada es fabuloso. El consumo desenfrenado en los stands de ropa y los patios de comida son sólo una porción de la torta. Y todo es generado por la excitación que produce en el público la posibilidad de estar cerca de las estrellas del tenis mundial. El efecto no es sólo visual. La realización de Abierto de los Estados Unidos le generará a Manhattan un impacto económico de 720.000.000 de dólares durante las dos semanas de competencia. Ya se prevé que el certamen superará ampliamente los dividendos económicos que generará el Super Bowl, previsto para fines de enero en el MetLife Stadium, en East Rutherford, Nueva Jersey, con un total de US$ 420 millones.

Amantes de los números y los resultados económicos, más allá de que se habla de una fuerte crisis, los organizadores del US Open no se quedan únicamente con ese éxito. La United States Tennis Association (USTA), entidad que rige el deporte en este país y que tiene a su cargo la organización de Flushing Meadows, anunció que esta temporada se superará la marca de espectadores alcanzada en 2012, con 710.803 espectadores en 15 días [el récord le pertenece a 2009, con 721.059]. La industria hotelera obtiene un impulso prodigioso: durante las dos semanas, el 16% de la ocupación hotelera está vinculada al tenis. Lo mismo sucede con los restaurantes y espectáculos teatrales.

Es por semejante crecimiento que decidieron dar vuelta la casa en los próximos cinco años, con un megaproyecto de remodelación del predio que se utiliza desde 1978. En primer lugar, y debido a la necesidad imperante por tantas lluvias, y en línea con lo que sucede en Australia y Wimbledon, se techará el Arthur Ashe, court inaugurado en 1997. Para tal fin, se contrató a la firma de arquitectos Rossetti, la misma que diseñó esta mole capaz de albergar a casi 24.000 espectadores, y que cuenta con 90 palcos de lujo, cinco restaurantes, consultorios médicos y dos niveles destinados a salas de jugadores y oficinas para la ATP, la WTA y demás servicios para los protagonistas y el público.

El proyecto contempla, también, un rediseño del segundo estadio en importancia, el Louis Armstrong, allí donde Gabriela Sabatini se consagró campeona en 1990, y la demolición y nueva construcción del tercer court, el Grandstand, que tendrá un formato cilíndrico, muy parecido al actual court número 1 de Roland Garros. El resto de las canchas también sufrirá modificaciones de diseño, con pinceladas vanguardistas. Serán distribuidas, en una larga fila, a lo largo, entre el estadio Arthur Ashe y el Grandstand, con una particularidad: los espectadores estarán ubicados en lo alto, como en una muralla, y podrán transitar sin parar de court en court. El asombro de esta renovación no es menor, si se calcula que los últimos cambios se realizaron hace apenas 16 años…

Esta máquina de producir dinero llamada US Open da señales impresionantes día a día. Para esta temporada, los premios por repartir se incrementaron en un 37%. Los ganadores del cuadro de singles recibirán, respectivamente, 2.600.000 dólares por alzar el trofeo. En 2009, Juan Martín del Potro embolsó US$ 1.600.000 por vencer a Roger Federer en la final. Guillermo Vilas, en 1977, ganó US$ 33.000.

¿Cuál será la ganancia de los organizadores? Se quedarán con uno 70 millones de dólares, un 10 por ciento del impacto ya señalado. Ese caudal se destina, en parte, al desarrollo de jugadores en los Estados Unidos. Y en eso sí, el tenis estadounidense padece una crisis. No tiene estrellas del nivel de Connors, McEnroe, Tanner, Gerulaitis, Sampras, Agassi o Roddick, capaces de mover la aguja. Las atracciones, hoy, son Isner, Querrey y Harrison entre los hombres; Serena Williams [pero con 31 años] y Sloane Stephens [20], entre las damas, demasiado poco para una apuesta tan grande. Aunque esta dificultad no tiene nada que ver con el dinero; está más relacionada con cuestiones culturales y sociales del acercamiento de los norteamericanos a los deportes. Creen que tiene que ver con cuestiones relacionadas al fenómeno de la tecnología; de hecho, Michelle Obama promociona un programa para luchar contra obesidad. Pero ello es parte de otra discusión.

 

Fuente: Canchallena.com