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La historia de lucha de Delfina y Emilia Zolesio, las gemelas que son la cara de botines para mujeres

En los últimos años, las mujeres dieron pasos agigantados y ganaron terreno -también derechos- en la sociedad, en general, en el deporte, en particular, y en el fútbol, sobre todo. Ellas lucharon y ganaron. Y esa victoria quedó evidenciada en el Mundial de Francia 2019, que cautivó como nunca el interés del público, en la medalla de plata que logró la Selección Albiceleste en los Panamericanos 2019 y en la profesionalización del campeonato de Primera División de fútbol femenino en la Argentina. Pero el triunfo feminista también se refleja en historias particulares y menos multitudinarias, como la que tiene como protagonistas a Delfina y Emilia Zolesio.

Las gemelas comenzaron a jugar al fútbol desde que tienen uso de razón. La ausencia de clubes para mujeres -en sus inicios- las obligó a mezclarse con los chicos, lo que implicó que recibieran «cientos de miradas despectivas y comentarios machistas«, recuerdan. La gota que rebalsó el vaso fue la amenaza de perder los puntos si participaban de un partido. Fueron a juicio y un juez falló a su favor.

Hoy, con 17 años, juegan al hockey en GEBA, al fútbol en River y también son la cara de la marca deportiva Revés, que lanzó una línea de botines femeninos. «Nos cautivó su historia de vida. Se ganaron un lugar en el mundo del fútbol, con mucho sacrificio y lucha”, le explicó a Clarín, Florencia Grunfeld, responsable de marketing de la empresa. ¿Cuál es esa historia a la que se refiere?

Delfina, Emilia y la pelota. Los tres caminos convergieron cuando las gemelas tenían tres años. «Ni nuestros papás saben cómo fue que empezamos a jugar», le contó Emilia a Clarín. «Las mejores cosas no tienen explicación, solo se sienten», es una frase de la cultura popular.

A sus siete años, comenzaron con las clases en el Club de Amigos, junto con los varones. «Había muchos padres que nos miraban mal, pero otros nos felicitaban. Los chicos, todo lo contrario. El problema siempre fue con los padres y no tanto con sus hijos», contó Delfina.

El siguiente obstáculo se les presentó a los 10 años, cuando se cambiaron a GEBA (Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires). Allí, experimentaron como nunca el machismo propio del fútbol que, aún hoy, parece imposible erradicar.

«Pegale como si fuese un hombre» y «te está bailando una mujer», son algunos de los gritos que recuerdan. “El peor comentario que escuché fue cuando un padre le dijo a mi mama ‘mi hijo juega porque tiene pene’”, agregó Emilia.

—¿Nunca pensaron en cambiar de deporte?
—Al contrario. Todas esas críticas nos daban más ganas de jugar.

Dos años duraron en GEBA. Antes de un partido, un hombre se le acercó a Diana Fernández Blanco, la madre de las nenas, y le advirtió que el equipo perdería los puntos si Delfina y Emilia jugaban. Se fueron llorando a su casa.

La familia contrató un abogado e inició una denuncia por discriminación en el Inadi (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). Mientras esperaban la decisión del juez, las gemelas encontraron una oportunidad en el hockey.

Odiábamos el hockey. Pero queríamos hacer algún deporte y no había ningún lugar en el que pudiéramos jugar al fútbol», reveló Delfina. «Ahora no podríamos elegir entre el fútbol y el hockey. Nos encantan los dos», coinciden las gemelas, que se reconocen fanáticas de Estudiantes de La Plata y van a la cancha cada vez que pueden.

Gracias a una orden judicial, las chicas pudieron seguir jugando a la pelota en GEBA. Sin embargo, la medida cautelar tenía solo un año de vigencia y, a los pocos meses, el nuevo final parecía inminente. Pero la fortuna tocó otra vez la puerta.

Un día, durante un entretiempo, un psicólogo del club millonario les propuso ir a River, que estaba formando sus Divisiones Inferiores. Ellas no dudaron y, desde ese momento, su carrera deportiva fue en ascenso ininterrumpido.

Ahora, Delfina y Emilia integran la Quinta A de hockey en GEBA, la Tercera y la Primera de futsal en River y la Reserva de fútbol en cancha de 11, también en el club de Núñez.

A los entrenamientos y a los partidos, se les suman el doble turno en el Boston College (colegio bilingüe) y las clases de inglés. Tiempo no les sobra. Por eso, aprovechan los pocos ratos libres «para ver a nuestros amigos y estudiar».

Cuando la pelota empieza a rodar, las hermanas son una. Se conocen de memoria. «Es entendible, jugamos juntas desde los tres años. Cuando le doy un pase, se dónde y cuándo me lo va a devolver«, aseguró Emilia.

Según un informe del Congreso Internacional de Fútbol, el fútbol femenino es la actividad deportiva que más creció en los últimos diez años. Y las gemelas, que comenzaron a patear una pelota cuando la sociedad las empujaba a jugar a las muñecas, notan el cambio.

«Las chicas ahora tienen lugares y escuelitas donde pueden jugar al fútbol. Está bueno porque se está naturalizando más», opinó Delfina.

Por su parte, ellas no quedan exentas de ese desarrollo y popularización. A través del ejemplo, aportaron su granito de arena. «Algunos padres nos dijeron que sus hijas habían empezado a jugar al fútbol desde que conocían nuestra historia, porque antes no se animaban”, comentó Emilia.

Las miradas despectivas no las intimidaron. Los gritos y los comentarios machistas no lograron que se rindieran. Tampoco lo logró el juicio, y el desgaste que eso conllevó. Las gemelas nunca abandonaron su pasión. Desde sus tres años, atravesaron cientos de obstáculos, pero las cosas no variaron demasiado, al menos no en lo esencial. Siguen juntas ellas tres: Emilia, Delfina y la pelota. NR