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Actualidad

La ovalada también habla el lenguaje femenino

Desde hace casi 20 años, las mujeres vienen luchando contra la visión tradicionalista del rugby, que reserva su práctica sólo al sexo masculino. Pese a las razones fisiológicas y sociales que se han esgrimido en el camino, ellas cuentan hoy con un seleccionado nacional propio y una estructura de clubes en constante crecimiento

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Fue un día cualquiera de 1990 cuando la rutina de Fernando Erimbaue, profesor de la por entonces Escuela de Educación Física de Tucumán, se resquebrajó a causa de un planteo inédito: el de una alumna que le preguntó cómo hacer para aprender rugby. La perplejidad fue la reacción más lógica posible, considerando que por aquellos tiempos la sociedad no concebía otro lugar para la mujer dentro del rugby que no fuera la tribuna. Pero los años se encargarían de refutar aquella máxima de Winston Churchill que definía al rugby como un deporte de bárbaros jugado por caballeros.

En efecto, las damas no agotaron su lucha por la igualdad en el derecho al voto, y desembarcaron en el mundo de la ovalada hace alrededor de tres décadas en Inglaterra, país donde según la leyenda nació el rugby en 1823 por una travesura de un estudiante llamado William Web Ellis.

«La presencia de la mujer en el rugby es una cuestión de oportunidad, no de género. Ellas han demostrado que si se les dan las mismas oportunidades, pueden desarrollar las mismas actividades que los hombres», explica Erimbaue, que apenas tres años después de aquel simpático episodio vería inaugurada la materia de rugby femenino en la Facultad.

Hoy, casi 20 años después, los avances son notables: la asignatura se ha vuelto obligatoria durante el primer año; cinco clubes de la provincia cuentan con una división y ya hay casi un centenar de mujeres rugbiers. Aunque también es cierto que la opinión general todavía conserva ciertos vestigios de tradicionalismo y el rugby femenino aún no ha logrado cuajar del todo en ella.

«Al principio había muchas chicas que para ir a practicar se escapaban de sus casas. Hay un muro cultural contra el que deben luchar, porque muchos piensan que la mujer que juega al rugby pierde femineidad. Yo creo que la mujer no es menos mujer por elegir un deporte de contacto. El impedimento es simplemente subjetivo. Y como padre de tres hijas aprendí que lo peor que se le puede decir a una mujer es que no puede hacer algo», razona entre risas Erimbaue, hoy Oficial de Desarrollo de la UAR en el noroeste.

Así es que el rugby, deporte integrador si los hay, se encuentra en una paradoja: tiene lugar para el gordo, el flaco, el alto, el bajo, el lento y el rápido. Pero para la mujer aún no ha encontrado uno. Al menos no del todo.

Su lugar en el mundo

«Nos decían que si queríamos hacer deporte que jugáramos al hockey. Pero ni a mí ni a mis compañeras nos gustaba; nosotras queríamos jugar al rugby y lo hicimos», infla el pecho la jugadora Luz Juárez, de San Isidro.

«Lo que pasa es que hay una visión errónea de lo que es el rugby. Se cree que uno va a golpearse, cuando en realidad se trata de aprender sobre el compañerismo y la perseverancia mientras se divierte jugando», expone a su vez Maira Noble, de Monteros.

«Lo que yo veo es que las chicas viven con mucha pasión el rugby, porque lo disfrutan sin importarles lo que piensen los demás. Llueva o haga frío, van a entrenarse igual», comparte Luis Herrera, entrenador del equipo de Tafì Viejo. Rodrigo Suárez, su par de Aguará Guazú, lo confirma. «De hecho, parece que cuando llueve más les gusta ir a entrenar. Embarradas de pies a cabeza siguen tirándose al piso y tackleando. A veces hasta hay que correrlas, porque si no, no se van a su casa».

El espíritu está. Material humano hay de sobra. Sólo falta que el voto de confianza sea completo. Llevará tiempo, por supuesto, pero tarde o temprano llegará el día en que su presencia no se cuestione. Al fin y al cabo, la ovalada también es mujer. Y entre mujeres se entienden.

Monteros
Sumaron el rugby femenino en febrero de este año para darle continuidad al crecimiento del club. «Al principio sorprendió la propuesta, porque no es fácil manejar un grupo de mujeres. Pero hoy tenemos entre 25 y 35 jugadoras y vamos por buen camino», afirmó el DT Walter Majolli. El sobrenombre que eligieron fue Aukasisas, que significa «flores guerreras» en quichua.

Cardenales

El rugby femenino comenzó en 2009, con dos jugadoras: Mirta Cabrera y Rita Cazorla, ex Huarmis. Hoy cuenta con 22, cinco de las cuales son Pumas. Es el club más fuerte de Tucumán, y el único de los «tradicionales» en tener rugby femenino.

Tafí Viejo

Insatisfechas con el hockey, un cuarteto de hermanas de jugadores del club inauguró el rugby femenino en 2010. Su capitana, Anchi Porcelo Zakelj, es descendiente de eslovenos, por lo que el equipo eligió un apodo en esa lengua: Naúmnas, que significa «locas».

San Isidro de Lules

Cuatro fanáticas de rugby comenzaron a jugar por su cuenta en 2009, y de a poco fueron sumando a otras hasta llegar a las 30 que son hoy. El apelativo que eligieron para distinguirse fue Amazonas, en referencia a las famosas guerreras de la mitología griega.

Aguará Guazú

La ovalada conoció manos femeninas hace sólo seis meses, cuando la hermana de un jugador formó un grupo en Facebook y llamó a otras chicas a jugar. Se bautizaron como Wild Fox («zorra salvaje» en inglés, en honor a aguará guazú, un zorro de patas largas).