Connect with us

Actualidad

La tenista que le ganó al rechazo

Sara Errani jugó al básquet y al fútbol profesional, pero eligió el tenis y está en la final de Roland Garros.

Sara Errani jugó al básquet y al fútbol profesional, pero eligió el tenis y está en la final de Roland Garros.

Su metro sesenta y cuatro de estatura se hizo gigante en el Estadio Philippe Chartier. En el exacto momento en el que la última pelota que se jugó rozó el polvo de ladrillo del área rival soltó la raqueta, se arrodilló y se puso a llorar. De las gradas bajó una ovación que ya había empezado a retumbar durante los puntos previos al final. La italiana Sara Errani dio el golpe, borró a la australiana Samantha Stosur de Roland Garros 2012 y consiguió boleto a su primer final de un Grand Slam como singlista, donde chocará con la rusa María Sharapova, número uno del mundo a partir de la próxima semana.

La pequeña mujer que emocionó tanto a italianos como a franceses con su triunfo sobre Stosur, la joven de 24 años que nació en Bologna pero encontró en Valencia el mejor lugar para su entrenamiento, rompió el molde del prototipo de tenista ganadora de talla grande y brazos largos. En la conferencia que brindó luego de la semifinal, contó que el cambio de raqueta había sido importante para su juego. ¿La diferencia? “Es más larga”. ¿Qué cambió? “Me hace más poderosa. Como una persona con brazos más largos. Te da más velocidad”, confió.

Tras los pasos de David. “De niña, Sara tenía una raqueta de plástico, pero ella quería una igual a la de su hermano, que ya jugaba al tenis. Entonces agarré una raqueta de madera, le tallé el mango y se la di”. David, el mayor de los hijos del matrimonio Errani, se dedicó al fútbol, pero Sara, pese a probar con otras disciplinas, se inclinó por crecer dentro del court. “Jugué tres años en un equipo de básquet y un año de fútbol profesional”, le confesó al sitio de Roland Garros.

Sara se dio cuenta de que el tenis podía convertirse en una carrera para ella a los 12, cuando llegó a la final de un torneo organizado por la Federación Italiana de Tenis. El gran salto llegó poco tiempo después cuando voló a Bradenton, Florida, y pasó diez meses en la academia de Nick Bollettieri, ese mismo lugar que formó a André Agassi, Jim Courier o las hermanas Williams. El tiempo que pasó en Estados Unidos no solo mejoró su tenis sino que además formó su temple. “Fue muy duro, lloraba casi todos los días pero no dije ni una palabra a mis padres porque sabía que mi familia estaba haciendo un gran esfuerzo y yo no quería fallar”, contó.

Destino: España. A los 15 Errani ya era una promesa: tras varios torneos, se convirtió en la mejor jugadora sub-18 de Italia y durante tres años no apareció quien la supere. Sin embargo, a los 17 tomó otra determinación crucial para su carrera: se fue a Valencia, donde luego conoció a sus actuales entrenadores, Pablo Lozano y David Andrés. Por contextura y tipo de juego, a Errani la llaman “la Ferrer de la WTA”. Claro, no es casual, Lozano fue el coach del número cinco del mundo. “David es mi punto de referencia constante y haber podido formarme cerca de él generó en mí fuerza y ​​confianza en mi trabajo”, contó Errani.

Cuestión de confianza. “Se lo merece”, disparó Giorgio, el padre de Errani, cuando terminó el partido ante Stosur. “Además de ser buena atleta es una persona fantástica”. Pero sus palabras no quedaron ahí y aprovechó la oportunidad para pasar factura: “Siempre fue rechazada en Italia”, soltó. Ella hace cuatro años atrás, cuando alzó su segundo título WTA, apuntó hacia el mismo lado. “Quiero dedicar esta victoria a todos los italianos que nunca creyeron en mí como jugadora de tenis y siempre dijeron que nunca iba a llegar a ningún lugar”, disparó en su discurso de protocolo.

Errani ya no lo menciona, y cada vez que puede explica que es un orgullo representar a su país –se consagró en la Fed Cup y sueña con una medalla olímpica- pero lo cierto es que a los 17 se fue a España porque a quienes buscó para perfeccionarse en su tierra le dieron la espalda: nunca confiaron en que esa tenista de pequeña contextura podría desarrollar habilidades con la raqueta. No creyeron que esa muchacha de un metro sesenta y cuatro de estatura pudiera hacerse, como ahora, gigante en París.