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Un portfolio bien de Acero

Por Brenda Coral Spasiuk (*)

Brenda Coral Spasiuk

“En tiempos remotos, un maestro paseaba por un pueblo dando cátedra de los mandamientos necesarios para convertirse en un buen cristiano. En el proceso atravesó varias vicisitudes, sufrió desilusiones y caídas pero nunca se rindió. Siguió firme en su paso hasta llegar a la meta que estaba trazada en el monte Calvario. En el interín eligió entre la muchedumbre a 12 hombres. Ellos fueron llamados los 12 apóstoles de Jesús”.

Algo de aquello siento ahora. Regresé hace una semana de las tierras míticas de Kona  y digo que el dios Sol  del Ironman de Hawaii me puso entre sus 12 elegidas en la categoría 18/24 años de las damas.

No olvidaré los golpes que me despertaron en la parte de natación cuando hacía un tiempito estaba flotando y con la cabeza torcida mirando de una manera insistente y desesperada al hombre del megáfono encargado de dar inicio al Ironman de los amatuers. Creí que saldría desfigurada del agua, pero salí bien, con el tiempo que quería hacer.

Nunca olvidaré el viento furioso que pinceló mi rostro en los últimos 45km de la etapa de ciclismo. Tampoco el sol contento de abrasar cuántas espaldas pasaran por la ruta hacia Hawai.

Jamás olvidaré esa maratón hermosa que cada cinco kilómetros me hacía recordar que estaba corriendo adentro del evento más antiguo, más prestigioso y más duro del triatlón de larga distancia.

Todas las pequeñas crisis mentales, los desalientos causados por la fatiga y el dolor fueron disipándose para mi en un lapso de 11 horas 56minutos 46 segundos. Y la culminación de tantos días, semanas y meses de entrenamiento fue el momento iluminado que estuve debajo del arco gigante que tiene en el tope un reloj grande y esa marca mundialmente reconocida. “¿Soy una WorldChampionship Ironman Finisher?”. Una Brenda cansada e incrédula supo preguntárselo en ese instante. ¡Si señorita! Lo sos, me contestó la Brenda con la sonrisa exorbitante.

Siempre quedará en mi mente y en mi corazón el recuerdo dolorosamente alegre de haber logrado dejar en el lugar donde se inició este deporte tan duro pero divertido, mi sangre misionera. Porque me convertí en la primera misionera en haber soñado desde chiquita con estar en Hawaii, lograr el pasaje clasificatorio y colgarse la medalla de finisher.

Hacer un Ironman significó para mi vida un mundo emotivo con sensibilidad en la superficie. Hay que tener temple de Hierro para conseguir el objetivo pero hay que ser humano sensible para emocionarse y disfrutar del logro alcanzado.

En este portfolio, con el gatillo de Pablo Pérez, quiero mostrar esa felicidad que me inunda todavía por haber formado parte del mega evento del Ironman. Un momento de plenitud única que lo vivo intensa y espontáneamente. Espero resulte un producto agradable y que las críticas no sean tan duras, aclaro que no soy una modelo profesional. Y me saco el sombrero ante las mujeres que lo son. No es tarea sencilla.

Agradezco profundamente a Misiones, a mi familia (no solo la de sangre) y la Yerba mate Rosamonte por acompañarme en esta loca aventura del Ironman.

Para cerrar, quiero dejar un pensamiento. No hay dudas que entre los elegidos uno siempre prefiere o aspira a ganar el primer lugar. Ese lugar del aplauso, del reconocimiento y de la gloria. Yo quedé alejada (bastante) de ese lugar pero estoy feliz que en el camino para llegar a la largada de Kona, entrené diariamente para ganarme el primer lugar en la pasión, el amor, la entrega, el sacrificio, el esfuerzo y la perseverancia.

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Gentileza mundo running.

(*) Triatleta, periodista y escritora. Recientemente presentó su primer libro, una novela de ciencia ficción titulada “Hierro Líquido”. En diciembre publicará su próxima novela.